sábado, 25 de julio de 2009

Si partimos de que uno escucha lo que puede o quiere, hace meses me dijeron que soy una mujer del 'no', mi problema es el 'no'.



Fue inevitable no pensar en eso, no quedarme con ese eco, empecé a escuchar (me) las múltiples veces que lo pronuncio, es cierto, algo tengo con el 'no'.


No


No



No quiero



No puedo



No tengo



No es cierto



No siento



No creo




¿Pero qué es el no? ¿Qué se rechaza, qué se niega?


Recordando la conocida frase de: ¿cómo puedes decir que eso no te gusta si no lo has probado o hecho? Nos remite a pensar que la negación es válida o posible si parte de algo conocido, experimentado, es como si para negar o rechazar algo se haya afirmado antes o mínimo aceptado como existente, porque existe y puedo negarlo, lo rechazo, digo no.


¿Pero qué pasa cuando en el no, también hay un si? (no nos referimos a la negación de la negación)

Siendo el no un símbolo primario, pensémoslo en que eso-alguien a lo que se le dice no es sumamente cercano, si se contradice eso es porque hay una urgencia de pararlo, de establecer un límite, un corte; si no hay un no, no puede haber un si, si no hay un si, no hay un no.


Desde Freud podemos pensar el no desde otro sentido, un no puede ser mi única manera para reconocer algo, confesarlo, enunciarlo. Así, en esa negación está algo de una verdad.


Ahora escucho mi no









martes, 14 de julio de 2009

Espiral

Me traje a Buenos Aires una libreta donde tenía algunas notas del 2005, la encontré por sorpresa en una caja de zapatos, con zapatos, que estaba atrás de muchas otras no vistas en años. Me encanta esconder cosas y olvidarme de ellas hasta que reaparecen.

Ayer volvió a salir la libreta de una bolsa que no he usado desde que llegué, es impresionante: me traje tantas cosas de allá que ni siquiera han alcanzado los días para usarlas, o no sé si lo que me guste es haberlas traído conmigo, ni las uso, su uso es tener que estar conmigo, que me acompañen. Sí, soy materialista.

Entonces ojeé la libreta, así como cuando ves fotos de años anteriores y remembreas y sonríes y te asustas, así hago yo con mis notas-letras.

Hay una del 29 de mayo del 2005 que tuve que releerla más de 2 veces:

"El dolor ya se depositó en mi sexo, en mi sexo desde hace días no tocado más que por mis dedos, mis dedos rápidos y deseosos de sentirme y de incrementar -más- mis ansias, mis ganas que duelen, mis ganas crueles que me provocan querer estallar e irte a buscar."

miércoles, 1 de julio de 2009

Que la boca se te haga chicharrón

Hace una semana -exactamente- exclamé con júbilo la suerte que mis roomies y yo hemos tenido en esta nueva Ciudad y los 4-5 meses de habitarla.

Suerte ¿de qué? de no ser asaltados, ultrajados, golpeados ni nada que se la parezca, sólo omitiré algunos sustos de los porteños al enterarse de que siendo mexicanos podríamos esparcir la ya tan conocida fiebre temida. Y bueno, algunas burlas hacia mi compañera respecto a esto, llamándola: ¡porcinaaa! con lo cual -además de reírme- me sentía re orgullosa del tipo de porteños que estaban a mi lado y que sus únicos comentarios tenían tintes de preocupación.

Prosigo, evidencié nuestra suerte y me atreví a afirmar que de seguro una causa posible era que habíamos conseguido quitarnos la facha de extranjeros.
Cual va siendo mi sorpresa que dos días después de sentirme dichosa terminaría siendo víctima de un robo, más bien, intento de robo y tendría esa especie de sensación y pensamiento mágico de: "lo pronuncié y casi casi lo llamé"

Relato de mi casi asalto:
Era un viernes, iba camino a la escuela, antes pasé a comprar un libro y por eso cambié mi ruta, cambié el bus por el subte (metro), la verdad es que evito el subte, me desespera, siempre va llenísimo, huele feo, no ves la ciudad, todo mundo se te pega, nunca hay asiento y soy la peor para el equilibro, así que la mayoría del camino voy cayéndome y chocando contra cualquier cristiano.
En cambio en el bus puedo ir sentada leyendo, bueno: más de una vez he ido parada pero no tiene comparación, además tengo la idea de que es más seguro, camino más, disfruto la ciudad, me aprendo calles y no huele tan mal.

Entonces, obvio iba parada y como buena paranoica que soy observé quién estaba a mi lado, además uno siempre debe de ver quiénes serán tus acompañantes y a quiénes en más de una ocasión te les arrimarás.
A mi lado izquierdo y cerquitita de mí se encontraba el sujeto, yo desde que lo ví sentí un no sé qué, de verdad algo había en él que como -repito- paranoica que soy, desconfié.

Inmediatamente me dije: "¡ay pero si serás desconfiada! sólo porque se te pega mucho y está medio feíto no quiere decir nada: ¡paranoica y además prejuiciosa!"
No me malintepreten, no fue por lo "feíto" (léase boliviano), noté cierta especie de nerviosismo, sólo que lo traducí en desconfianza y sintiéndo culpa, agité la cabeza, confié y me dispuse a agarrame del tubo con la mano derecha, con la izquierda sostener una revista que me habían regalado en la librebría y tratar de leer y tener un viaje relajado.

El sujeto-a mi izquierda- se me seguía pegando: normal: me dije, lo voltié (¿volteé?) a ver más de una vez porque mi bolsa colgada en mi hombro izquierdo (tan grande como una pañalera) se le embarraba.

Llegó mi parada, necesitaba hacer conexión y como la mayoría de las personas también, me apresuré a caminar entre empujones hacia la salida. Apenas salí del vagón, di dos pasos y sentí un jalón en el brazo, y escuché: "¡señora, le acaban de meter mano a su bolsa!", eran palabras de un chico porteño y apuntaba a alguien atrás mío, confundida por sus palabras, no pude no voltear y ahí estaba el sujeto del cual desconfié a lo largo de mi travesía subterránea; no dude ni por un segundo, ni uno, me acerqué velozmente y al verme se agachó, me detuve frente a él y empecé a gritarle, ni recuerdo con precisión las palabras-son de esos momentos en que uno se convierte en sabe qué o quién y a los minutos después no recuerda con detalle lo que hizo o dijo- pero él me miraba con miedo y me interrumpía diciendo: "toma, toma, se te cayó", en su mano me ofrecía mi celular que no supe cómo -chingados- había sacado de mi bolsa.

Penosamente armé un alboroto- sí, penosamente porque al recordarlo me veo como una de esas 'doñas' histéricas, teatreras-; se acercaron 1, 2 individuos a mostrarme su apoyo -el chico que gentilmente me informó del hurto seguía conmigo- y llegó un policía.
Ahí terminó la escena, el sujeto se fue con el policía y yo me quedé de lo más intranquila, enojada, asustada por mi reacción agresiva, caminé sujetando fuertemente mi bolsón para esperar que llegará él siguiente vagón, subirme, volver a observar quién estaría a mi lado, desconfiar, repasar detalladamente lo que había sucedido, decirme: "jodeeeer, mi paranoia tiene sentido, debí de haberle hecho caso"; seguir escuchando mis gritos como un eco y al fin salir a la superficie.

Conclusiones:
-No vuelvo a proclamar en voz alta el tan conocido: "a mí no me pasará"
-Seguiré desconfiando de argentinos, mexicanos, bolivianos, chilenos, chinos, de todo aquel que me de la "corazonada" de que algo no anda bien. Lo importante es no atinarle.
-Protejeré mi bolsa como si fuera "la niña de mis ojos"
-Volveré a preguntarme mis respuestas ante tales situaciones, la primera vez que intentaron robarme fue en Paris, hace unos años, fue también en el metro, fue también un chico que estaba a mi izquierda, y al darme cuenta reaccioné aventándole y consiguiendo una especie de cachetada de su parte, se fue riendo pero sin mi bolso.